El patio de mi recreo

Carmen Pemán: "Mi infancia huele a césped recién cortado"

Carmen Pemán dirige desde el año 2012 el Festival de Cine de La Almunia de Doña Godina (Fescila) que, entre el 4 y el 11 de mayo, celebra su 28 edición.

París, 1996. Carmen Pemán, la segunda por la derecha, con sus padres José María y Concha y su hermana Ana.
París, 1996. Carmen Pemán, la segunda por la derecha, con sus padres José María y Concha y su hermana Ana.
C. P.

Carmen Pemán (Zaragoza, 1983), es licenciada en Historia y docente del IES Rodanas de Épila, donde participa en la coordinación de la productora Sanador Films. Desde el año 2012 dirige el Festival de Cine de La Almunia de Doña Godina (Fescila) que, entre el 4 y el 11 de mayo, celebra su 28 edición. 

¿Recuerda su infancia como una época feliz?

Sin ninguna duda. Tengo muy mala memoria para los datos concretos pero las sensaciones nunca desaparecen. Mi infancia huele a croquetas de gambas, a masa de empanada y a césped recién cortado. Mi infancia es familia, juego y jardín.

¿Qué le hizo reír por primera vez?

Las risas que recuerdo con mayor intensidad en la infancia las provocaron Martes y Trece. Mi hermana y yo llegamos a memorizar e interpretar cantidad de sketches suyos. Ese humor tan particular me ha acompañado durante toda la vida. Me resulta curioso pensar que hoy a lo mejor no se emitirían en televisión. Hasta el humor cambia con el tiempo.

¿Se sentía rara, especial?

Sí, siempre. Y lo sigo sintiendo. Pero no considero la rareza como algo malo sino como algo diferenciador. Es vital descubrir las rarezas que tiene cada uno y aprender a convivir con ellas. Yo tardé bastante tiempo en hacerlo, pero ahora me entiendo y me quiero como soy.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

No era exactamente un castigo, pero, como nunca he sido de comer mucha cantidad, mi madre optó porque el segundo plato de la comida lo llevase por la tarde al colegio en forma de bocadillo. Terminé amando los bocatas de merluza rebozada con mayonesa y los de albóndigas con tomate.

¿Tenía algún complejo que le amargara?

Siempre he sido muy alta y muy delgada y en la infancia fue motivo de alguna que otra burla. Es curioso cómo puede llegar a acomplejarnos algo tan natural como eso.

¿Cuál fue la calle de su infancia?

María Auxiliadora en La Almunia de Doña Godina, donde está la casa de mis padres, la casa de mi vida. Aunque en realidad nunca he hecho mucha vida en ella porque es una carretera, pero tengo la suerte de haber crecido en un pueblo y puedo decir que todas sus calles son las calles de mi infancia.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?

Los viajes en familia. Subir al coche medio dormida y despertar a cientos de kilómetros de casa, jugar con mi hermana en los asientos traseros del Ford Fiesta, comer los almuerzos que nuestra madre llevaba siempre en el mismo cesto y disfrutar de los destinos que nuestro padre había preparado cuidadosamente se han convertido en recuerdos imborrables. Juntos hemos recorrido casi toda la geografía española.

¿Tenía mucha conciencia política?

No, pero la política estuvo siempre presente en casa en un segundo plano porque mi padre y mi madre estuvieron vinculados a la política municipal. Yo nunca he sentido esa llamada.

¿Era religiosa?

No por fe, pero sí por costumbre. En los pueblos, la religión es más un hábito que una cuestión de creencias. Cuando cumples los 7 años empiezas a ir a catequesis, a misa los domingos y haces la Primera Comunión. Y cuando llegan los 18 es el momento de la Confirmación que se celebra con una gran fiesta a la que casi ningún joven está dispuesto a renunciar, tenga o no fe. A partir de ahí, muchas personas se desvinculan de la religión. Yo fui una de ellas.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del “qué dirán”?

Mucho. Siempre he sido una persona que se preocupa en exceso por lo que opinen los demás. Sé que no es bueno, pero me cuesta mucho evitarlo.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?

Mi abuela paterna murió cuando yo tenía 10 años. Mi hermana y yo estábamos muy unidas a ella y fue una pérdida que me costó asimilar, el hecho de que de un día para otro ya no estuviera. El día del funeral me impactó mucho ver a toda la familia vestida de negro. Es una imagen que se me quedó grabada en la retina.

¿Cómo ganó su primer dinero?

Desde muy joven y durante muchos años trabajé como camarera en un bar de La Almunia. Era habitual entre los jóvenes del pueblo tener trabajos de fin de semana o de verano principalmente en la hostelería o en la agricultura. Eran otros tiempos y así aprendimos a no depender tanto de nuestros padres desde una edad muy temprana.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Paul Newman. En nuestra casa se veía mucho cine clásico y a mí desde muy pequeña me hipnotizaron esos ojos azules.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?

Probablemente ‘Bailar pegados’ de Sergio Dalma. Me regalaron el casete cuando tenía 6 o 7 años y no sé la de veces que pude escucharlo. He de confesar que mis gustos musicales han cambiado mucho con el tiempo.

¿Qué película le deslumbró?

Recuerdo perfectamente la primera película que vi en el cine, ‘E.T’. Yo era muy pequeña y me fascinó el poder del cine para emocionar. Creo que ahí se produjo el flechazo.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es caló en usted con más fuerza?

Es difícil elegir una sola cosa. Mis padres me enseñaron a ser respetuosa con todo el mundo, a aceptar a todas las personas, independientemente de su raza, religión o condición sexual. Hoy en día puede parecer una obviedad, pero recibir esta educación en los años 80 no era tan habitual. Por otro lado, nos enseñaron el valor de la educación, no solo la que se refiere a la formación académica sino, sobre todo, la que define nuestra forma de actuar en el día a día.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?

Me encantaría volver a la casa de mis abuelos en Alhama de Aragón, en una noche calurosa del 18 agosto, celebrando con toda la familia el cumpleaños de mi abuelo Pablo, después de pasar todo el día en su piscina, con esa sensación en la piel de haber soportado una buena sesión de sol, comiendo ternasco a la brasa y contando historias y cantando jotas hasta altas horas de la mañana.  

 

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