¿Otra Torre Nueva?

¿Otra Torre Nueva?
¿Otra Torre Nueva?
Lola García

Heraldo informa de una iniciativa privada para rehacer la Torre Nueva de Zaragoza, demolida por su Ayuntamiento en 1892. La idea ha venido fracasando, pero ha surgido un hecho nuevo: el precio no lo pagaría el erario, factor de peso que Víctor Orcástegui subrayó en estas páginas. 

Un gran obstáculo quedaría eliminado, si bien las incógnitas son bastantes: al menos legales, urbanísticas, técnicas, financieras, de uso y aprovechamiento entre otras que es obligado considerar.

La Torre Nueva fue un gran edificio cívico, de aspecto conocido. Hay lugares famosos inventados casi del todo. En España, el rentable ‘Barrio Gótico’ de Barcelona, alzado a partir de 1927. No hace cien años. Aún vive gente que vio cómo se construía, pero la mayoría tiene por medieval incluso la fachada de la catedral, que es también del siglo XX. Juan Rubió, creador de un puente de estilo gótico en 1928, decía que esa área gótica no merecía "respeto ni mucho ni poco, porque no existe". De hecho, su exitoso puente puso los pelos de punta al arquitecto e ideólogo Le Corbusier, que lo tildó en 1930 de "neuf et pourri", nuevo y podrido, mientras Manuel Brunet lo llamaba pastiche y pedantería. Un camelo triunfante.

Reconstruidos están (algunos, muy bien) edificios famosos y apreciables. Uno es la deslumbrante iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche) de Dresde. Edificio bellísimo, obra de G. Bähr (1743), aniquilado por un bombardeo angloamericano en febrero de 1945. Quedó en cascotes. La Alemania comunista lo dejó tal cual, como hizo Franco con el Belchite viejo. Esfumada la dictadura y demolido su ominoso Muro de Berlín, entre 1994 y 2005 fue reconstruido el templo, con dineros públicos y privados, alemanes y extranjeros. Es espléndido.

En Coventry, ciudad devastada por la Luftwaffe (de donde procede el término ‘coventrizar’), se consolidó la catedral arruinada, pero le incorporaron una nueva, trazada por Basil Spence. Isabel II inauguró las obras, terminadas en 1962. En su consagración fue estrenado el largo y solemne ‘War requiem’ de Britten.

Los franceses se habían adelantado a Barcelona reinventando las imponentes murallas medievales de Carcasona, cuyo aspecto impactante data, en gran parte, de 1852, en que la ley dio vía libre a los ‘restauradores’, a cuyo frente estuvo el mundialmente famoso Eugène Viollet-le-Duc. Tan contento que fabricó un consistente puente levadizo en la Puerta de Narbona.

Reconstruir la Torre Nueva de Zaragoza, derribada hace 132 años por su Ayuntamiento, es una idea muy difícil de llevar a cabo, pero no una ocurrencia

Ahora mismo (2023) se ha concluido la reconstrucción de una obra suya que, a su vez, era una reconstrucción: la esbelta flecha central de la catedral de París, quemada en el incendio que dejó tan tullida a Notre Dame, no es trabajo de los maestros del gótico, sino de este influyente arquitecto, que la alzó en 1850. Y el día 16 del mes en curso, tras el malhadado fuego que ha terminado con la histórica Bolsa de Copenhague, su director, B. Mikkelsen, ha asegurado, en tono decidido: "Pase lo que pase, reconstruiremos el edificio", un vasto recinto renacentista cuya torre fue ya rehecha en el siglo XVIII y volverá a serlo ahora, en el XXI. Los daneses aprecian mucho el edificio carbonizado y su curioso chapitel metálico: cuatro colas de dragón, simbólicas de Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia, territorios de la que en tiempos fuera una poderosa dinastía. Esos factores sentimentales y de añoranza histórica pesan lo suyo en la conciencia de una sociedad.

Muy ampliamente reconstruida está asimismo la Grand Place de Bruselas, arruinada por las bombas incendiarias francesas del mariscal Villeroy en 1695 y, de nuevo, por la Revolución Francesa. Apenas el elegante Ayuntamiento quedó en pie. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el concejo decide reconstruir lo desaparecido y el resultado, muy apreciado por los turistas y por los locales, se ve hoy con general satisfacción. Hay más ejemplos de envergadura.

Afinando más: torre por torre, todo el mundo conoce el feliz campanario, inimitable y de llamativo aspecto, que señala la plaza veneciana de San Marcos. Cayó al suelo en 1902 y un alcalde decidido, de apellido Grimani, no se resignó: "Come era, dove era". Como era y donde estaba, dijo.

Con la Torre Nueva podría suceder otro tanto. O no. La idea debe madurarse. Tiene, primero, que lograr un sensible apoyo ciudadano. Y eso solo sucederá si la iniciativa se apoya en un proyecto necesariamente complejo y minucioso, exigente y completo, que considere el precio y su financiación, la técnica, los plazos, la afección urbanística, sus usos y aprovechamientos, los requisitos legales y culturales... Y, además, ¿qué Torre Nueva? Porque tuvo sus etapas y pasó por mutaciones que no son conjeturales.

La idea tendrá partidarios, pero también oposición. Que no se vencerá solo con buena voluntad.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

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