vivir de memoria

Rosendo Tello: "Sigo leyendo con mucho placer a los poetas de la Generación del 27"

El escritor sufrió en 2009 un ictus terrible que le paralizó la parte derecha del cuerpo y le privó de uno de sus instrumentos esenciales: la palabra.

Rosendo Tello, poeta / 26-04-2024 / Foto José Miguel Marco [[[FOTOGRAFOS]]]
Rosendo Tello, de 93 años, posee una obra poética formidable y personal, y tituló sus memorias ‘Naturaleza y poesía’.
Jose Miguel Marco

Rosendo Tello Aína (Letux, Zaragoza, 1931) sufrió en 2009 un ictus terrible que le paralizó la parte derecha del cuerpo y le privó de uno de sus instrumentos esenciales: la palabra. Desde entonces ha escrito con dificultades, con la mano izquierda, y tuvo que dejar algo que le apasionaba desde muy joven: tocar el piano. Ayudado por su esposa Maribel, que es la musa de muchos poemas y su compañera constante, intenta expresarse, comunicarse, bosquejar nuevos versos, pero cada vez la caligrafía se le desdibuja y sus textos son cada vez más ilegibles. Aún así, José Antonio Conde, que ha preparado una antología sobre la tierra, logró rescatar textos de 2021, 2022 y uno, el más reciente de todos, de enero de 2023. Incluso, ya enfermo, escribió un poema sobre Letux que le habían encargado para colocar en una placa de cerámica. Hace algún tiempo sufrió una rotura de cadera y los dolores aparecen casi sin compasión. Se mueve en una silla de ruedas y sigue haciendo una de las cosas que más le han gustado durante su vida: leer poesía. Si hay algo que le gusta todavía es oír sus poemas, en la voz de su esposa o en la de los amigos que van a verle. Es ella quien nos hace de intérprete y le ayuda a hilvanar y completar recuerdos a este poeta excepcional, marcado por la imaginación, el sentido musical y la sensualidad. Y sin duda, una concepción panteísta. 

¿Qué es lo más echa de menos?

La música por ejemplo. No poder tocar el piano.

Ya se le nota. Qué bonita manera de recordar esa pasión. Sigue haciendo como escalas en el aire con la mano izquierda…

Sí, pero desde el ictus no he podido tocar. Esa imposibilidad ha ido a más.

¿A quién lee?

A muchos autores. El otro día leí varias veces la entrevista con José-Carlos Mainer. De él y de Lola somos muy amigos.

¿Por ejemplo, a qué poetas?

Juan Ramón Jiménez ha sido clave en mi vida. Lo he admirado mucho y lo siento muy presente. Me gusta mucho leer sus textos. Siempre ha sido uno de mis poetas. Como lo fue Antonio Machado, un maestro.

¿Quién más?

Vicente Aleixandre, que recibió el premio Nobel en 1977.

Usted hizo su tesis doctoral sobre Juan Gil Albert.

Sí. Fue una experiencia muy hermosa. Lo leí con entusiasmo.

¿Se conocieron?

Sí, sí. Claro. En los años 70, cuando coordinaba las actividades literarias del Ateneo lo invitamos y estuvo aquí. Recuerdo que la sala se llenó hasta arriba. No era muy grande, pero entonces estuvo a rebosar. Y él habló de su trayectoria. Fue un acto muy emocionante. Recuerdo que estuvo otra vez aquí…

¿Dónde?

Estuvo en nuestra casa. Vivíamos entonces en el Camino de las Torres, pero para él era, no por ironía o por intención poética, el ‘Camino de las Flores’. También estuvimos en Valencia, en su domicilio.

¿Se acuerda de algún detalle?

De alguno sí. Estuvimos en su casa, comimos con él, y recuerdo que vivía solo tenía una asistenta o ama de llaves muy amable, Feli. Y creo recordar que tenía un perro. Ahora no recuerdo cómo se llamaba. Estuve con Maribel y fue muy amable con nosotros.

¿No publicó al final su tesis, verdad?

No. Cuando la leí ya se había muerto y ni en Valencia ni aquí hubo mucho interés.

Hubo una época que se volcó con Luis Cernuda.

Sí, sí, me interesó mucho. Es un gran poeta. Sigo leyendo con mucho placer a los poetas de la Generación del 27.

¿Y a los aragoneses?

Claro. Tuve mucha relación con Miguel Labordeta. No recuerdo la fecha. Maribel ha contado que ella tendría 17 años y que hacía una obra de teatro. Allí la vi, desde la butacas. Y a mi lado estaba Miguel Labordeta. Dijo: "Qué chica más maja".

Amor y teatro: "Maribel ha contado que ella tendría 17 años y que hacía una obra de teatro. Allí la vi, desde la butaca del Principal. Y a mi lado estaba Miguel Labordeta. Dijo: “Qué chica más maja"

A usted no debió pasarle inadvertida.

No, no. Claro que no. Nos casamos en 1963.

Han pasado más 60 años. Ahí es nada.

Cerca de casa vivía el pintor Enrique Vicente Aparicio y nos hizo un regalo a cada uno de los dos. Esos retratos que están ahí.

Aquí se respira literatura por todas partes.

Los libros me han acompañado siempre. Ya ve que tengo aquí al alcance de la mano no solo mis libros, sino otros de los poetas aragoneses de hoy: leo a Fernando Sarría y a Luisa Miñana, a José Antonio Conde, a Miguel Ángel Yusta, Manuel Forega, que se ha portado muy bien conmigo, y muchos otros. Soy buen amigo de Juan Marqués [Maribel trae la revista ‘Campo de Agramante’, donde el poeta y crítico le hizo una extensa entrevista que fue contestando con mucha paciencia cuando aún escribía más que ahora], que es amigo de José Luis Melero, a quien leo en HERALDO. Y, entre otros, a Adolfo Burriel. Él quiere publicar un libro mío en el sello Comuniter.

¿Ya sabe cuál?

Aún no. Estamos pensando. Uno antiguo, claro.

Nostalgia "Echo de menos no poder escribir y, sobre todo, hablar de poesía y de literatura con los amigos. Echo de menos las conversaciones"

Empezó a publicar en 1959.

Sí. Estamos pensando qué poemario elegir. Estos días me ha aparecido un libro que coordinó hace años Ramón Acín. Había textos de muchos escritores en poesía y en prosa. Me ha emocionado ver ahí el poema que le dediqué al ruiseñor y a John Keats.

Le había preguntado qué echa de menos…

Muchas cosas. Antes salía a la plaza del Portillo a tomar el sol y podía recibir aquí a muchos amigos. Echo de menos no poder escribir y, sobre todo, hablar de poesía y de literatura con los amigos. Echo de menos las conversaciones. ¿Lo entiende?

‘Más allá de la fábula’ "Rosendo, me gusta mucho el libro. En él hay poemas como templos”, me dijo José Antonio Labordeta. No sé si será verdad: la frase es muy bonita"

Sí. En ese libro que publicó Huerga & Fierro en 1998, hay otro poema de un ruiseñor dedicado al escritor Jesús Moncada, que fue alumno suyo en el colegio Santo Tomás de los Labordeta.

Sí. Siempre fue amable conmigo. Recuerdo que José Antonio Labordeta, que me publicó en Orejudín, dijo algo muy bonito: "Rosendo, me gusta mucho este libro. En él hay poemas como templos". No sé si será verdad, pero la frase es muy bonita.

¿También se acuerda de su infancia y juventud en Letux?

Sí. Y en particular de un poema, que es uno de los favoritos de Maribel, que se llama ‘Olivar’, y en él aparece mi madre. Siempre me han emocionado los olivos. 

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